El libro de Levítico ocupa un lugar central en los cinco libros de Moisés, flanqueado por Génesis y Éxodo por un lado, y por Números y Deuteronomio por el otro. Así como el santuario era el centro del culto de Israel, también el libro de Levítico contiene el meollo de la instrucción dada respecto de aquel culto. Es el evangelio en embrión, con el que puede comprenderse mejor el Nuevo Testamento. Sin él, algunas partes de los evangelios y de las epístolas están envueltas en oscuridad y tinieblas. Por lo tanto, el libro de Levítico debe ocupar su lugar legítimo en el armazón de las verdades que deben predicarse.
Bienvenidos una vez más a nuestro recorrido explicativo por la Biblia. Hoy nos detendremos en el capítulo número 8 del libro de Levítico. Antes de comenzar, me gustaría responder a una pregunta que recibí de uno de nuestros seguidores. Guadalupe Salamanca escribió: «Bendiciones Pastor Suárez. Tengo una pregunta: ¿A qué se refiere con no comer la grasa y la sangre del animal? En nuestros tiempos sabemos que consumimos carne, y que la sangre aún sigue en el pedazo de carne que consumimos, así como su grasa. ¿Está bien o mal que sigamos consumiendo carne así, sabiendo el mandato que el Señor ha dado en el libro de Levítico? Me gustaría que me aclare, por favor.»
Aaron y sus hijos hicieron todo lo que el Señor mandó por medio de Moisés, tal como se describe en el capítulo 8 del libro de Levítico. Moisés llama a Aaron y a sus hijos y los lava con agua. Luego, Moisés viste a Aaron con las sagradas vestiduras, pone sobre él la túnica, el cinto, el manto y la diadema santa. Moisés rocía siete veces el altar con sangre y unge con aceite de unción tanto a Aaron como a los utensilios del santuario.
Después, Moisés toma un becerro para expiación y lo ofrece sobre el altar. Corta la grasa y la quema, mientras que el resto del animal, incluyendo la piel, la carne y el estiércol, lo quema fuera del campamento. A continuación, Moisés toma un carnero para el holocausto y lo ofrece sobre el altar, quemándolo por completo para el Señor.
Luego viene el carnero de la consagración, donde Aaron y sus hijos colocan sus manos sobre la cabeza del animal. Moisés toma la sangre y la rocía sobre el altar y sobre Aaron y sus vestidos. Moisés también toma parte de la sangre y la coloca en el lóbulo de la oreja derecha, el pulgar de la mano derecha y el pulgar del pie derecho de Aaron y sus hijos. Después, prepara un pan de aceite, una galleta y una rosca sin levadura, y las coloca sobre la grasa y la pierna derecha del carnero de la consagración. Luego, Moisés toma todo esto de las manos de Aaron y sus hijos y lo quema sobre el altar.
Moisés toma el pecho del carnero de la consagración como ofrenda mecida ante el Señor, y luego toma el aceite de la unción y la sangre que está en el altar y rocía sobre Aaron, sus vestidos y los vestidos de sus hijos. Finalmente, Moisés le dice a Aaron y sus hijos que coman la carne de los animales ofrecidos como parte de la consagración, en la entrada de la tienda de reunión, guardando la orden del Señor durante siete días.
Por lo tanto, Aaron y sus hijos hacen todo lo que el Señor mandó por medio de Moisés. Cumplen con los rituales de consagración y participan en los sacrificios requeridos para su consagración como sacerdotes.
En resumen, el capítulo 8 del libro de Levítico describe el proceso de consagración de Aaron y sus hijos como sacerdotes, cumpliendo con los rituales y sacrificios requeridos. Este capítulo nos muestra la importancia de la obediencia a las instrucciones divinas y la necesidad de la consagración en el servicio a Dios. Es un recordatorio de que debemos estar dispuestos a dedicar tiempo y esfuerzo a la búsqueda de una vida espiritual plena.
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