El libro de Levítico ocupa un lugar central en los cinco libros de Moisés, flanqueado por Génesis y Éxodo por un lado, y por Números y Deuteronomio por el otro. Así como el santuario era el centro del culto de Israel, también el libro de Levítico contiene el meollo de la instrucción dada respecto de aquel culto. Es el evangelio en embrión con el que se puede comprender mejor el Nuevo Testamento. Sin él, algunas partes de los Evangelios y de las Epístolas están envueltas en oscuridad y tinieblas.
El libro del Levítico debe ocupar su lugar legítimo en el armazón de las verdades que deben predicarse. Una vez que el santuario ha sido construido y levantado, los sacerdotes elegidos, ungidos y consagrados, y el pueblo de Israel se está preparando para recibir la promesa de entrar a la tierra de Canaán después de un tiempo de peregrinaje por el desierto. Sin embargo, llega la desgracia a la familia sacerdotal. Dos de los hijos de Aarón, Nadab y Abiú, son castigados duramente por Dios. ¿Por qué ocurrió esto?
Para responder a esta pregunta, estudiaremos el capítulo número 10 del libro de Levítico, en el cual se relata el castigo de Dios sobre Nadab y Abiú por los errores que cometieron después de haber sido consagrados a Dios. En este capítulo, se nos da instrucciones y advertencias con respecto a la responsabilidad que tenemos como sacerdotes de Dios y como hijos escogidos y amados.
Después de recibir gran luz y haber sido educados por Dios, Nadab y Abiú, hijos de Aarón, cometieron un error al ofrecer fuego extraño en el santuario, algo que Dios no les había mandado. Este acto de desobediencia les costó caro, ya que fueron consumidos por el fuego que salió delante de Dios.
Esta tragedia nos enseña que, a pesar de haber recibido gran luz o conocimiento de Dios, no podemos pecar impunemente. Las grandes bendiciones y privilegios que Dios nos otorga demandan reciprocidad y deben manifestarse en una virtud y santidad correspondiente a la luz recibida. No podemos creer que podemos pecar sin consecuencias o esperar que Dios sea menos estricto con nosotros por haber recibido gran luz.
A través de esta historia, Dios nos enseña la importancia de discernir entre lo santo y lo profano, y de no mezclar lo sagrado con lo común. También nos instruye a obedecer sus mandamientos sin excusas ni justificaciones.
El castigo sobre Nadab y Abiú fue un ejemplo para el pueblo de Israel y para todos nosotros de la importancia de vivir una vida consagrada a Dios, de reconocer su santidad y de glorificarlo en todo lo que hacemos. No debemos llevar luto por la pérdida de aquellos que han sido castigados por sus transgresiones, sino que debemos lamentar el pecado y aprender de los errores de los demás para no cometerlos nosotros mismos.
En resumen, el castigo de Dios sobre Nadab y Abiú nos enseña la importancia de vivir una vida consagrada a Dios, de discernir entre lo santo y lo profano, y de obedecer sus mandamientos sin excusas ni justificaciones. Debemos recordar que Dios no acepta nada menos que nuestra total fidelidad y obediencia, y que su misericordia no nos exime de las consecuencias de nuestros errores.
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