La triste historia de Elí: un sacerdote negligente y la pérdida del arca de Dios.

La historia de Samuel y la pérdida del arca de Dios

En el capítulo 4 del primer libro de Samuel, se relata cómo Israel se enfrentó a los filisteos en una batalla. Los filisteos oprimían a Israel en ese momento, posiblemente como consecuencia de la muerte de Sansón. En lugar de buscar a Dios en oración y humillarse, el pueblo decidió llevar el arca del pacto del Señor al campo de batalla, creyendo que les daría la victoria. Sin embargo, Dios ya no se manifestaba en el santuario debido al grave pecado de los hijos del sumo sacerdote y a las malas instrucciones que habían recibido de ellos.

El pueblo de Israel consideraba el arca como un amuleto para obtener victorias, en lugar de verla como un símbolo de la presencia divina. Creían que el hecho de tener la escritura, la estructura eclesiástica y haber presenciado milagros en el pasado les garantizaba la victoria en el futuro. Pero olvidaban que las promesas de Dios son condicionales y requieren un compromiso de obediencia por parte del pueblo.

En la batalla contra los filisteos, Israel fue derrotado, aproximadamente 4000 hombres murieron y el arca de Dios fue capturada por los enemigos. Los filisteos consideraban los muebles del santuario como dioses y se asustaron al descubrir que Israel tenía el arca. Pero la presencia de Dios ya no estaba en el santuario, debido a la desobediencia de Israel y a la negligencia de los sacerdotes.

La noticia de la derrota y la captura del arca llegó a Eli, el sumo sacerdote y juez de Israel en ese momento. Al oír la noticia, sufrió un gran impacto, cayó de su silla hacia atrás y murió. Su nuera, esposa de Finees, también murió en ese momento, dando a luz a un hijo llamado Icabod, que significa «sin gloria». Así, la gloria de Israel había desaparecido.

La historia de Eli y la pérdida del arca de Dios es una triste muestra de desobediencia y negligencia. A pesar de haber nacido en una posición privilegiada y de haber sido llamado por Dios, Eli no consultó a Dios ni obedeció sus mandamientos. Su falta de respeto por las cosas sagradas y su negligencia en la enseñanza llevó a la captura del arca y a la muerte de él y de sus hijos.

Sin embargo, en medio de esta tragedia, surge un remanente fiel representado por Samuel, quien desde joven había aprendido a respetar a Dios y a vivir de acuerdo a su voluntad. Samuel se convierte en el nuevo líder de Israel y guía al pueblo en obediencia a Dios.

Esta historia nos enseña que el hecho de ser parte de una estructura religiosa, tener conocimiento de las escrituras o haber presenciado milagros no garantiza la victoria en la vida cristiana. La verdadera victoria y la presencia de Dios solo se obtienen mediante la obediencia y la fidelidad a su voluntad. Cada individuo tiene la responsabilidad de vivir de acuerdo a la voluntad de Dios y de ser una luz en medio de una sociedad desviada.

Hoy en día, también podemos ser ese remanente fiel que ayude a la iglesia a volver a la obediencia y a la fidelidad a Dios. A través de la oración y el compromiso personal, podemos buscar la gloria de Dios en lugar de confiar en cosas materiales o estructuras religiosas. La verdadera seguridad está en vivir de acuerdo a la voluntad de Dios y buscar su gloria en todo lo que hacemos.

En conclusión, la historia de Samuel y la pérdida del arca de Dios es un recordatorio de la importancia de la obediencia y la fidelidad a Dios en nuestra vida cristiana. No debemos confiar en cosas materiales o estructuras religiosas para obtener la victoria, sino en vivir de acuerdo a la voluntad de Dios y buscar su gloria en todo lo que hacemos.

Que esta historia nos inspire a ser fieles seguidores de Dios en medio de un mundo desviado, y a buscar su gloria en todas nuestras acciones.

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