Expiación por el pecado: ritual y perdón

En este artículo exploraremos el libro del Levítico, específicamente los capítulos 4 al 6, donde se detallan las instrucciones dadas por el Señor a Moisés para ofrecer sacrificios de expiación por los pecados cometidos por el pueblo de Israel. Estas instrucciones son parte de las leyes establecidas por Dios para mantener la santidad y el perdón del pueblo.

El Señor le dijo a Moisés que transmitiera al pueblo de Israel lo siguiente: cuando alguien peque sin darse cuenta, transgrediendo alguno de los mandamientos del Señor, deberá realizar un sacrificio de expiación. La primera instrucción es para el sumo sacerdote ungido, quien debe ofrecer un becerro sin defectos como expiación por su pecado. El becerro se lleva a la entrada de la tienda de reunión, donde el sumo sacerdote pondrá su mano sobre la cabeza del becerro y luego lo degollará ante el Señor. La sangre se lleva al santuario y el sumo sacerdote rocía siete veces la sangre hacia el velo del santuario. Luego, se hace uso de la sangre para rociar los cuernos del altar del incienso aromático y el resto se vierte al pie del altar del holocausto. La grasa y los órganos se separan y se queman sobre el altar de los holocaustos. La piel y la carne del becerro se sacan fuera del campamento y se queman en un lugar limpio reservado para las cenizas. Este sacrificio de expiación remueve la culpa del sumo sacerdote y lo reconcilia con Dios.

Si toda la congregación de Israel peca inadvertidamente, se debe ofrecer un becerro por expiación. Los ancianos de la congregación pondrán sus manos sobre la cabeza del becerro y lo degollarán ante el Señor. Luego, el sumo sacerdote llevará sangre del becerro al santuario y realizará los mismos pasos de rociar la sangre hacia el velo del santuario y en los cuernos del altar. La grasa se quema sobre el altar y el becerro se saca fuera del campamento y se quema en un lugar limpio. Este sacrificio de expiación es para la purificación de toda la congregación de Israel.

Si un jefe peca inadvertidamente, también debe ofrecer un macho cabrío sin defectos como expiación por su pecado. El jefe pondrá su mano sobre la cabeza del macho cabrío y lo degollará ante el Señor. La sangre se rocía en los cuernos del altar y la grasa se quema sobre el altar. Este sacrificio de expiación es para la purificación del jefe.

Si una persona del pueblo peca inadvertidamente, debe ofrecer una cabra sin defectos como expiación por su pecado. La persona pondrá su mano sobre la cabeza de la cabra y la degollará ante el Señor. La sangre se rocía en los cuernos del altar y la grasa se quema sobre el altar. Este sacrificio de expiación es para la purificación de la persona.

Si no se tiene suficiente para ofrecer una cabra, se puede ofrecer una décima parte de un efa de harina como ofrenda de expiación sin levadura. Se quema un puñado de harina sobre el altar y el resto es para el sacerdote. Con este sacrificio de expiación, el pecador es perdonado.

Si alguien peca inadvertidamente al tocar algo impuro, como un cadáver o un animal impuro, será considerado impuro y culpable. Si se da cuenta del pecado, deberá ofrecer una cabra sin defectos como ofrenda de expiación. Si alguien jura hacer algo mal o bien y después se da cuenta de su error, también deberá ofrecer una cabra sin defectos como ofrenda de expiación. En ambos casos, la persona confesará su pecado y ofrecerá la cabra como expiación.

El ritual de los sacrificios por pecado es detallado y meticuloso. Cada aspecto es importante para asegurar la purificación y el perdón de los pecadores. El Señor estableció estos rituales como una forma de reconciliación con el pueblo y de mantener la santidad del santuario.

Es interesante notar que los sacrificios de expiación por pecado requerían la participación de los sacerdotes. Ellos eran los encargados de ofrecer los sacrificios y realizar los rituales de purificación. Esto muestra el papel importante que los sacerdotes tenían en la relación del pueblo con Dios y la importancia de su función en la adoración.

Estos sacrificios de expiación son un recordatorio constante de la necesidad de arrepentimiento y perdón. Aunque ya no ofrecemos sacrificios de animales como en el tiempo del Levítico, seguimos necesitando reconciliación y perdón por nuestros pecados. Jesucristo, como el Cordero de Dios, se ofreció como un sacrificio perfecto y final por nuestros pecados. Su muerte y resurrección nos brindan el perdón y la reconciliación con Dios.

En conclusión, los capítulos 4 al 6 del Levítico detallan las instrucciones para los diferentes tipos de sacrificios de expiación por pecado. Estos rituales eran esenciales para mantener la santidad y el perdón del pueblo de Israel. Aunque ya no llevamos a cabo estos sacrificios, podemos aprender sobre la importancia del arrepentimiento, la necesidad del perdón y la centralidad de Jesucristo como nuestro Cordero de Dios. Si deseas profundizar en el tema, te invitamos a leer otros artículos en nuestra página web, donde encontrarás más reflexiones sobre la Biblia y cómo aplicar sus enseñanzas en nuestra vida diaria.

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