Eclesiastés 9: La muerte y la esperanza

Hoy despertamos con esperanza en nuestro corazón porque cada mañana las bendiciones de Dios nos impulsan a ser reavivados por Su palabra. En este artículo, abrimos nuestras biblias en el capítulo nueve del libro de Eclesiastés, donde encontramos una presentación de la realidad final de todo ser humano: la muerte.

El sabio Salomón nos enseña que todos sabemos que hemos nacido, vivimos y estamos conscientes de que algún día moriremos. Sin embargo, no aceptamos la muerte como algo deseable, sino como una realidad indeseable a la cual el ser humano no se acostumbra. Es por eso que, en el versículo 4, Salomón expresa: «Hay esperanza para todo el que está entre los vivos, porque mejor es perro vivo que león muerto». Los vivos saben que han de morir, pero los muertos nada saben ni tienen más paga, hasta que su memoria queda en el olvido. Su amor, odio y envidia perecen y nunca más participarán en nada de lo que se hace debajo del sol.

La realidad es que todos vamos a morir, pero a lo largo de los años se han engendrado enseñanzas contrarias a lo que la Biblia nos muestra. La Biblia enseña que los muertos no saben nada y que la muerte es como un sueño, un estado de inconsciencia. No hay vida después de la muerte. Hoy en día, algunos buscan consuelo en la posibilidad de comunicarse con los muertos a través de espiritistas, medios o adivinos, pero estas prácticas son condenadas por Dios por ser mentira, engaño y falsedad. La muerte es un estado de inconsciencia del cual no podemos comunicarnos con los muertos.

No obstante, aún hay esperanza para aquellos que están entre los vivos. El versículo 7 nos exhorta a comer nuestro pan con gozo y beber vino con alegre corazón, porque es ahora cuando Dios se complace en lo que hacemos. Debemos disfrutar la vida que Dios nos ha dado y vivirla para Su honra y gloria. Debemos vestirnos con vestidos blancos, los mismos que aparecen en el libro de Apocalipsis como mantos de justicia. En otras palabras, nuestra vida debe ser vivida en santidad y para la eternidad.

El versículo 9 nos anima a vivir con alegría con la esposa que amamos todos los días de nuestra fugaz vida. Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance con toda nuestra fuerza, porque en el sepulcro no hay obra, ni planes, ni ciencia, ni sabiduría. Además, debajo del sol, no siempre los ligeros tienen la ventaja, ni los fuertes en la guerra, ni los sabios en el pan, ni los prudentes en la riqueza, ni los elocuentes en el favor. El tiempo y la ocasión acontecen a todos, sin importar nuestra condición. Todos tenemos la oportunidad de acercarnos libremente a la presencia de Dios y vivir esta vida para la eternidad.

En el versículo 12, Salomón nos muestra un caso notable de sabiduría. Había una pequeña ciudad de pocos habitantes que fue atacada por un gran rey. En ella vivía un hombre pobre pero sabio, que con su sabiduría logró librar a la ciudad y nadie se acordó de él. Salomón concluye que la sabiduría es mejor que la fuerza, aunque la ciencia del pobre sea menospreciada y caigan en oídos sordos sus palabras. Las palabras del sabio, pronunciadas con calma, son mejores que el clamor del señor entre los necios. Pero un pecador puede destruir mucho bien.

Recordemos que el Señor siempre se acuerda de nuestras acciones, aún cuando los seres humanos nos olviden. Todo lo que hayamos hecho en esta tierra será recordado por Él en los libros del cielo. Cuando Jesús regrese, recibiremos la recompensa, ya sea que estemos vivos o hayamos muerto. Aunque la muerte sea una realidad indeseable, tenemos esperanza mientras tengamos vida. Que Dios te bendiga en este día y recuerda que Él está a nuestro lado y es nuestra fortaleza. Te invitamos a leer más artículos en nuestra página web para aprender más y estar al día de la Biblia.

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