Desobediencia y consecuencias: Lecciones del libro de Reyes

En nuestro recorrido explicativo por las Sagradas Escrituras, hemos llegado al capítulo 13 del primer libro de Reyes. En el capítulo anterior, vimos cómo el reino de Israel se dividió en el Reino del Norte, con su capital en Samaria, y el Reino del Sur, Judá. En el Reino del Norte, Jeroboam desvió al pueblo de la adoración correcta estableciendo un culto idolátrico con becerros de oro en Betel. En este capítulo, un varón de Dios llega a Betel por orden del Señor y pronuncia una profecía contra el altar. Además, hay engaños por parte de un anciano profeta, y para sorpresa del varón de Dios, su cuerpo es devorado por un león.

El capítulo comienza con el varón de Dios pronunciando la profecía contra el altar de Betel, diciendo que nacerá un hijo de la casa de David llamado Josías, quien sacrificará a los sacerdotes de los lugares altos y quemará huesos de hombres sobre este altar. Esta profecía se cumple en el segundo libro de Reyes, cuando Josías reforma a Israel.

Después de pronunciar la profecía, el varón de Dios es invitado por el rey Jeroboam a comer en su casa como muestra de agradecimiento, pero el varón de Dios rechaza la invitación porque Dios le había ordenado no comer ni beber en ese lugar. Sin embargo, un anciano profeta le dice al varón de Dios que un ángel le había ordenado traerlo a su casa para comer y beber. Confiando en esta mentira, el varón de Dios acepta la invitación y come en su casa. Luego, cuando están en la mesa, el varón de Dios recibe una nueva palabra del Señor que le reprocha su desobediencia y anuncia su muerte. Al irse, el varón de Dios es atacado y muerto por un león.

El anciano profeta entierra el cuerpo del varón de Dios y da instrucciones para que, cuando él muera, también sea enterrado junto a él. Luego, hace una profecía contra el altar de Betel y contra los lugares altos de Samaria. Este capítulo nos enseña la importancia de la obediencia a la palabra de Dios y nos advierte sobre los engaños de los falsos profetas.

En conclusión, debemos aprender del error del varón de Dios y asegurarnos de ser obedientes a la voz y los mandamientos del Señor. No podemos permitir que la conveniencia o el engaño de los falsos profetas nos desvíen de la verdadera adoración a Dios. Debemos estudiar y conocer bien la Palabra de Dios para no caer en el error y la desobediencia. Dios siempre cumple sus promesas y sus advertencias, y si somos fieles a Él, nos bendecirá y nos guiará por el camino correcto.

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