En el capítulo 22 del primer libro de Samuel, vemos las consecuencias de las mentiras de David y cómo afectaron a los sacerdotes del santuario. David se refugia en la cueva de Adulam junto a su familia y se le unen personas descontentas del reino de Saúl. A través del profeta Gad, Dios le indica a David que se dirija a la tierra de Judá para protegerse. David busca refugio en el Bosque de Aret y Saúl, al enterarse de su paradero, se enfurece.
Saúl ordena a sus servidores matar a los sacerdotes del Señor acusándolos de conspirar con David. Sin embargo, los servidores de Saúl se niegan a obedecer esa orden por temor a Dios. Saúl luego ordena al edomita Doeg que asesine a los sacerdotes y este cumple la orden, matando a 85 hombres vestidos de lino. Solo uno de los hijos de Aimelec, llamado Abiatar, logra escapar y le advierte a David sobre lo sucedido.
David se siente responsable de la muerte de los sacerdotes y busca enmendar su error ofreciéndole protección y refugio a Abiatar. Esta trágica historia nos enseña las consecuencias devastadoras que pueden tener las mentiras y los errores. Nos invita a reflexionar sobre la importancia de confiar en Dios y evitar todo aquello que pueda ser perjudicial para nosotros y para los demás.
En momentos como estos, es importante acercarnos a Dios a través de la oración. Le pedimos perdón por nuestros errores y buscamos fortalecer nuestra fe en Su palabra. Confiamos en que Él nos guiará y nos protegerá en todo momento. Al despedirnos, recordamos la bendición de Dios sobre cada uno de nosotros y la invitación a continuar estudiando Su palabra para crecer en nuestra fe y conocimiento del Señor.
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