Hoy, en nuestro recorrido explicativo por las sagradas escrituras, hemos llegado al capítulo 17 del libro de Jueces después de haber analizado la vida de Sansón. En este capítulo, nos encontramos con una nueva historia en un contexto donde la sociedad todavía es un desastre. Cuando Dios no reina en el corazón de las personas, todo a nuestro alrededor se convierte en un desastre y se cometen errores terribles y catastróficos.
El relato de Jueces 17 comienza hablando de un hombre del monte de Efraín llamado Micaías. Este hombre había tomado prestado sin avisarle a su madre una gran cantidad de dinero que ella tenía guardado. Ella había pronunciado una maldición contra aquel que le robó el dinero, pero cuando Micaías le devuelve el dinero, ella cambia de opinión y dice que ha decidido dedicarlo al Señor.
Este episodio nos hace reflexionar sobre la decepción que puede causar cuando aquellos que supuestamente creen en Dios y tienen temor de Él, incitan y permiten la idolatría y la violación directa a los mandamientos. Aunque la idolatría era común en Israel en aquel tiempo, no debería ser considerada como algo correcto a los ojos del Señor.
En este contexto, los sacerdotes y levitas, quienes debían ser los instructores y guías espirituales en toda la nación de Israel, parecen haberse corrompido junto con el resto del pueblo. Esto demuestra que no podemos confiar en los seres humanos, por más apariencia de piedad que tengan. Dios ha establecido una norma y no puede rebajarla para adaptarse a nuestros gustos y deseos.
En ese momento, un joven levita de Belén, que había estado viviendo allí por esos lugares, llega a la casa de Micaías. Este joven levita acepta una propuesta de Micaías para quedarse en su casa y convertirse en su sacerdote. Aunque podría haber sido una luz y una guía espiritual para Micaías, el joven levita se deja seducir por las comodidades materiales y por conveniencia decide quedarse en aquella casa, donde se practicaba la idolatría.
Esto nos muestra que la codicia y la ambición de posición y comodidad pueden llevarnos a abandonar nuestros principios y compromisos con Dios. En lugar de rebajar la norma para adaptarnos a nuestras conveniencias, debemos ser fieles a los mandamientos de Dios y levantar la bandera de la verdad.
Nosotros, como pueblo adquirido por Dios, tenemos la responsabilidad de ser una luz en el mundo y anunciar las virtudes de aquel que nos sacó de las tinieblas a la luz admirable. No podemos rebajar la norma por conveniencia, sino que debemos adaptarnos a los planes y propósitos de Dios.
En conclusión, el relato de Jueces 17 nos muestra la importancia de no rebajar la norma de Dios por conveniencia y ambición de posesiones. A pesar de la corrupción a nuestro alrededor, debemos permanecer fieles a los mandamientos de Dios y ser una luz para los demás. La decisión está en nuestras manos, y podemos elegir ser un testimonio vivo de la verdad y la fidelidad de Dios.
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