En este artículo, analizaremos el segundo capítulo del libro de Esdras, el cual nos presenta una lista detallada de los nombres de las personas que decidieron regresar a Jerusalén después del decreto de Ciro, rey de Persia. Estos nombres representan a aquellos que tuvieron el deseo y la fuerza para regresar a reconstruir la ciudad y el templo, y vivir las promesas del Señor.
El capítulo comienza mencionando a Sorobabel, descendiente de la familia real, y a Josué, quienes lideraron al pueblo durante el regreso a Jerusalén. También se mencionan otros nombres como Nehemías y Mardoqueo, aunque no se sabe si son los mismos personajes de otros libros bíblicos.
La lista continúa con los nombres de los descendientes de los que fueron deportados a Babilonia, algunas de estas personas no podían comprobar su genealogía, lo que quizás se debía a negligencia en sus antepasados o a circunstancias que impidieron el registro adecuado. Sin embargo, esto no impidió que fueran aceptados y pudieran cumplir con su labor en la reconstrucción de Jerusalén.
Es importante destacar que Dios tiene un registro detallado de nuestras vidas, a diferencia de los registros humanos que pueden perderse o ser incompletos. Dios conoce nuestra genealogía y nuestras intenciones, y nos invita a confiar en Él.
El gobernador de Jerusalén les pide a las personas que no comiencen con las cosas sagradas hasta que haya un sacerdote que consulte al Señor. Esto nos muestra que, a pesar de no tener un templo en ese momento, los sacerdotes y levitas tenían la función de orientar espiritualmente al pueblo y recordarles las promesas de Dios.
Finalmente, después de llegar a Jerusalén y ofrecer donativos voluntarios, las personas se establecieron en sus ciudades y comenzó la reconstrucción del templo.
Podemos aprender varias lecciones espirituales de este capítulo. A veces nuestras vidas pueden parecer en ruinas, pero como el pueblo de Dios, tenemos la responsabilidad de reconstruir y mejorar nuestra situación. Aunque no podamos comprobar ciertas cosas ante los registros humanos, Dios registra cada detalle de nuestras vidas y nos permite cumplir con una misión.
También podemos aplicar estas lecciones a nuestras iglesias locales. Aunque no tengamos la «feligresía» en una determinada iglesia, eso no nos excluye de ser parte del pueblo de Dios y servirle con nuestro testimonio. Es importante recordar que nuestro nombre puede no estar registrado en la iglesia, pero Dios conoce nuestro corazón y nuestras intenciones. Podemos ser una luz al mundo y testificar de nuestra fe.
Al finalizar, podemos recordar que Dios tiene el control de todas las cosas, y podemos confiar en Él en medio de las dificultades. Así como aquellos que regresaron a Jerusalén confiaron en las promesas de Dios, nosotros también podemos confiar en que Él obra en nuestras vidas y cumplirá sus promesas.
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