Continuamos nuestro recorrido por las sagradas escrituras y en esta ocasión nos detendremos en el Salmo 24. Este salmo, compuesto por David, fue utilizado para celebrar la fundación de Jerusalén como la ciudad del Gran Rey. Se cree que fue entonado cuando el Arca del Pacto fue trasladada desde la casa de Obed-Edom hacia Jerusalén.
El salmo se divide en dos partes. La primera parte se cantaba mientras el arca era trasladada al pie de la colina donde se levantaba Jerusalén. La segunda parte se cantaba frente a las puertas de la ciudad antes de la entrada triunfal del arca al templo.
Este salmo tiene una aplicación literal, que es la introducción del arca al templo terrenal construido por Salomón. Sin embargo, desde una perspectiva cristiana, también tiene una connotación hacia Cristo Jesús cuando ascendió al cielo para entrar al santuario celestial, que es el trono de Dios.
El salmo nos enseña que todo le pertenece al Señor, no solo Jerusalén o Israel, sino todo el mundo y sus habitantes. El Señor fundó la tierra sobre los mares y la afirmó sobre las aguas. Es un salmo de universalidad y nos recuerda que todos tenemos la posibilidad de ser salvos si reconocemos al Señor como nuestro Dios.
El salmo nos plantea la pregunta de quién subirá al monte del Señor y quién estará en su santuario. La respuesta es aquel que tiene un corazón limpio, que no eleva su alma en vanidad y que no jura con engaño. Es aquel que ha pasado por un proceso de transformación espiritual y busca constantemente la presencia del Señor.
El salmo concluye diciendo que las puertas del Santuario deben abrirse para recibir al Rey de Gloria. En el contexto terrenal, esto se refería a la entrada del arca al templo. Sin embargo, desde una perspectiva cristiana, se refiere a la entrada de Cristo como el Rey de Gloria al santuario celestial.
La Ascensión de Cristo al cielo es comparada con la entrada triunfal del arca en el Salmo 24. Cuando Cristo ascendió, fue recibido por una multitud de ángeles y la escolta de los cautivos liberados en la resurrección. Las puertas del cielo fueron abiertas para darle la bienvenida como el Rey de Gloria.
En conclusión, el Salmo 24 nos presenta un evento histórico en los tiempos de David, pero también tiene una proyección mesiánica en relación a Cristo Jesús. El salmo nos enseña a reconocer la grandeza y la obra de Cristo en nuestra vida y a esperar su regreso como nuestro Redentor. Su entrada triunfal en el cielo es motivo de gozo y celebración para los ángeles y para nosotros, su pueblo remanente que espera la venida de Cristo.
Que este salmo fortalezca tu fe y te llene de esperanza en este día. Recuerda que tú también eres parte de la generación que busca el rostro de Dios y que puedes entrar en su presencia a través de los méritos de Cristo. Dios te bendiga y te guarde, y que su paz esté contigo hasta que Cristo venga a buscar a su pueblo.
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