El capítulo 20 del libro de Deuteronomio presenta las normas a seguir en caso de enfrentamiento bélico en el pueblo de Israel. En este capítulo, Dios instruye al pueblo sobre cómo proceder en la guerra, recordándoles que no deben temer, ya que Él estará con ellos. Dios les ordena conquistar todo el territorio de Canaán y no dejar a nadie con vida, ya que los cananeos habían despreciado la gracia de Dios durante mucho tiempo.
Antes de ir a la guerra, los oficiales deben dar una orientación al ejército, asegurándose de que aquellos que recientemente hayan construido una casa, plantado una viña o se hayan comprometido con una mujer, regresen a casa para que no pierdan lo que han construido. Los oficiales también deben preguntar a los soldados si tienen miedo o si desfallece su corazón. Aquellos que tengan miedo deben regresar a casa, ya que el miedo debilita la fuerza de los demás.
Una vez que se haya dado la instrucción, los capitanes se ponen al frente del ejército y lideran a los soldados valientes que confían en el Señor. Es importante recordar que la vida de un cristiano también es una constante lucha espiritual. Sin embargo, debemos vestirnos con toda la armadura de Dios y seguir a nuestro Supremo Comandante, que es Cristo Jesús.
Dios le instruye al pueblo de Israel que, cuando se acerquen a combatir una ciudad, deben ofrecerle paz primero. Si la ciudad acepta la paz, se convertirá en tributaria y servirá a Israel. Sin embargo, si la ciudad se niega a hacer paz y emprende la guerra, entonces Israel debe destruir a todos los varones, pero respetar la vida de las mujeres, los niños y los animales.
Además, Dios les prohíbe destruir los árboles frutales, ya que podrán comer de sus frutos. Esto nos enseña a cuidar la naturaleza y no destruir lo que Dios ha creado para nuestro sustento. Sin embargo, los árboles que no son frutales pueden ser cortados para ser utilizados en la guerra.
En definitiva, el capítulo 20 de Deuteronomio nos muestra cómo el pueblo de Israel debía enfrentar las adversidades en su contorno. A pesar de que en la actualidad no nos enfrentamos a guerras físicas, el mensaje de este capítulo nos enseña que debemos confiar en Dios en medio de nuestras batallas espirituales y vestirnos con toda la armadura de Dios. Además, nos recuerda la importancia de propiciar la paz y cuidar la naturaleza.
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