Abramos juntos la Palabra de nuestro Dios y descubramos los tesoros que el Señor ha revelado para nosotros en este día. Hoy vamos a sumergirnos en el segundo libro de Reyes, específicamente en los capítulos 4 y 5, donde encontraremos dos historias poderosas que nos enseñan sobre la fe y el poder de Dios en nuestras vidas.
Empecemos por la primera historia. Una mujer, esposa de uno de los profetas, se acercó aliseo, el varón de Dios, y le suplicó ayuda. Su esposo había fallecido dejando una deuda con un acreedor, quien ahora venía a llevarse a sus dos hijos como esclavos para pagar la deuda. La mujer, llena de temor y desesperación, le contó a Eliseo su situación y le dijo que solo tenía una vasija de aceite en su casa.
Eliseo le dijo a la mujer que pidiera vasijas prestadas a todos sus vecinos y las colocara en su casa. Luego, le instruyó que cerrara la puerta junto con sus hijos y comenzara a llenar las vasijas con el aceite que tenía. La mujer siguió las instrucciones de Eliseo y, para su sorpresa, el aceite se multiplicó a medida que llenaba las vasijas. Cuando no quedó ninguna vasija vacía, el aceite dejó de fluir.
La mujer regresó a Eliseo y le contó lo que había sucedido. Él le dijo que vendiera el aceite y pagara a sus acreedores con el dinero que quedara. Así, ella tendría lo suficiente para vivir con sus hijos. Esta historia nos enseña la importancia de confiar en Dios en medio de nuestras dificultades y de obedecer sus instrucciones incluso cuando parecen ilógicas.
En la segunda historia, Eliseo pasaba regularmente por la casa de una mujer distinguida, quien insistió en que él se quedara a comer cada vez que pasaba por allí. Esta mujer sabía que Eliseo era un varón de Dios y quería honrarlo con una habitación especial en su hogar. Le propuso a su esposo que construyeran una pequeña habitación con cama, mesa, silla y candelabro para que Eliseo se hospedara cada vez que visitara la casa.
Eliseo aceptó la propuesta y se hospedó en esa habitación en varias ocasiones. Un día, Eliseo le preguntó a la mujer qué podía hacer por ella en agradecimiento por su generosidad. La mujer dijo que estaba contenta con su vida en medio de su pueblo y no necesitaba nada más.
Sin embargo, Eliseo descubrió que esta mujer no tenía hijos y que su esposo era anciano. Entonces, pronosticó que al año siguiente, la mujer abrazaría a un hijo. La mujer no creyó y le pidió a Eliseo que no se burlara de ella. Pero, tal como había dicho el varón de Dios, la mujer concibió y dio a luz un hijo en el tiempo que él había anunciado.
La historia continúa cuando el niño, ya crecido, enfermó y murió. La mujer llevó el cuerpo de su hijo a la habitación donde se quedaba Eliseo, lo colocó sobre la cama del varón de Dios y cerró la puerta. Luego, decidió ir en busca de Eliseo para pedirle ayuda.
Eliseo envió a que le llevaran al niño y, cuando Eliseo llegó a la casa, se tumbó sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca del niño, sus ojos sobre los ojos del niño y sus manos sobre las manos del niño. El cuerpo del niño comenzó a tomar calor y luego Eliseo se levantó y se paseó por la casa antes de volver a repetir el proceso. Después de hacer esto siete veces, el niño estornudó y abrió los ojos. Eliseo llamó a la madre del niño y le devolvió a su hijo vivo.
Estas dos historias nos muestran el poder de la fe y la obediencia a la Palabra de Dios. En el primer relato, vemos cómo la mujer confió en las palabras de Eliseo y obedeció sus instrucciones, y Dios multiplicó el aceite en su casa. En el segundo relato, la mujer fue generosa con Eliseo y Dios la bendijo con un hijo, incluso en su vejez.
Además de estas dos historias, el segundo libro de Reyes también nos muestra el poder de la fe y la obediencia en el relato de Naamán, el general del ejército del rey de Siria. Namán, a pesar de su posición y estatus, era leproso. Una joven cautiva de Israel le sugirió que buscara la ayuda del profeta en Samaria. Namán fue al rey de Israel, quien se preocupó mucho y rasgó sus vestiduras.
Cuando Eliseo se enteró de esto, envió un mensaje al rey de Israel para que enviara a Naamán a él. Al llegar a la casa de Eliseo, Naamán esperaba ser sanado con un gran espectáculo, pero Eliseo le instruyó que se lavara siete veces en el río Jordán. Namán se enojó inicialmente, pero luego sus criados lo convencieron de que siguiera las instrucciones de Eliseo.
Naamán se sumergió en el río Jordán siete veces y al salir, su piel quedó limpia y restaurada. Esto prueba que, una vez más, la fe y la obediencia a las palabras de Dios pueden producir milagros y sanidad. Namán regresó con Eliseo para agradecerle y aceptó al Señor como su único Dios.
Estas historias nos enseñan valiosas lecciones sobre la importancia de confiar en Dios en medio de las dificultades, de obedecer su Palabra y de creer en sus promesas. También nos recuerdan que Dios está interesado en nuestras vidas y quiere bendecirnos cuando confiamos en él.
Así que, como podemos ver en estas historias del segundo libro de Reyes, la fe y la obediencia son fundamentales en nuestra relación con Dios. Podemos confiar en su poder y en su amor para superar cualquier dificultad que enfrentemos. Que estas historias nos inspiren a seguir confiando en Dios y a obedecer su Palabra en todo momento.
Estas historias son solo una pequeña muestra de los tesoros que podemos descubrir en la Palabra de Dios. Te invito a seguir explorando la Biblia y a leer otros artículos en nuestro sitio web para obtener más enseñanzas y estar al día de las maravillas que Dios tiene para revelarnos. Recuerda siempre que todo lo que fue escrito en la Biblia fue escrito para nuestra enseñanza, para que por la paciencia y el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza (Romanos 15:4).
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