Hoy en nuestro recorrido explicativo por la Biblia, hemos llegado a un capítulo importante para todos los cristianos, especialmente para los jóvenes: el relato de Génesis 24. En este artículo, exploraremos el casamiento de Isaac y Rebeca, y cómo la elección de una pareja adecuada puede influir en nuestra relación con Dios y en nuestra felicidad.
Abraham, siendo anciano y sabiendo que pronto moriría, deseaba asegurar a su descendencia el cumplimiento de la promesa divina. Isaac, su hijo designado por Dios para continuar con su legado, aún era soltero. Abraham comprendía que las uniones con personas que no temían a Dios podían conducir a la apostasía, así que anhelaba que Isaac se casara con alguien que no lo apartase de Dios.
En aquellos tiempos, los padres solían hacer los compromisos matrimoniales por sus hijos. Abraham decidió enviar a su siervo más anciano y fiel en búsqueda de una esposa para Isaac entre su parentela en Mesopotamia. El siervo hizo un juramento ante Dios de no elegir a una esposa cananea, sino de encontrar una doncella de la familia de Nákor.
El siervo partió y, al llegar a la ciudad de Nákor, se encontró con un grupo de mujeres cerca de un pozo. Fue en este momento que el siervo oró fervientemente a Dios para que le guiara correctamente en su elección. Pidió a Dios que le diera un encuentro favorable y misericordia hacia su señor Abraham.
Al pedirle agua a una joven doncella, el siervo notó su cortesía y amabilidad, lo cual consideró como señal de que Dios le había mostrado la candidata adecuada. Esta doncella resultó ser Rebeca, quien no solo le dio agua al siervo, sino que también se ofreció a sacar agua para los camellos, una señal de generosidad y servicialidad.
Después de confirmar que Rebeca era de la familia de Betuel, sobrino de Abraham, el siervo adoró al Señor y agradeció por el éxito de su misión. Fue invitado a hospedarse en la casa de Rebeca y su familia, y les reveló el propósito de su visita. La familia consultó a Rebeca y, al saber que Dios había guiado al siervo, accedieron a su casamiento con Isaac.
Cuando Isaac vio a los camellos que se acercaban, se retiró para orar, y al alzar los ojos vio a Rebeca y supo que ella era su futura esposa. La recibió en la tienda de su madre Sara y se amaron mutuamente. Así, el matrimonio de Isaac y Rebeca se convirtió en un hermoso ejemplo de felicidad y unión basada en el temor a Dios.
Este relato nos enseña la importancia de buscar la voluntad de Dios en las decisiones de casamiento y cómo la elección de una pareja que comparta nuestra fe puede fortalecer nuestra relación con Dios y preservar la fe en las generaciones futuras. Los padres también tienen la responsabilidad de guiar a sus hijos en la elección de una pareja adecuada, inculcando en ellos valores y principios cristianos desde temprana edad.
El matrimonio ideal es aquel que busca el consejo divino, donde ambos cónyuges comparten una fe en común y se esfuerzan por vivir según los principios bíblicos. A través de la obediencia a Dios y la práctica del amor y la compasión en el hogar, podemos cultivar una relación matrimonial duradera y gratificante.
En conclusión, el relato del casamiento de Isaac y Rebeca nos muestra la importancia de buscar la voluntad de Dios en la elección de una pareja y cómo esta elección puede influir en nuestra relación con Dios y en nuestra felicidad. Los jóvenes deben buscar el consejo de personas experimentadas y buscar la dirección divina a través de la oración. Los padres tienen la responsabilidad de educar a sus hijos en la fe y guiarlos hacia una pareja que comparta sus valores y principios. Al hacerlo, podemos construir matrimonios sólidos y felices que honren a Dios y preserven la fe en las generaciones futuras.
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