Deuteronomio 3: Las victorias y promesas de Dios

El capítulo 3 del libro de Deuteronomio continúa el discurso de Moisés al pueblo de Israel antes de su despedida. En este capítulo, Moisés les recuerda las victorias que Dios les había dado. Comienza diciendo que volvieron y subieron a Bazán y en Edrei salió a combatirlos el rey de Bazán con todo su ejército. El Señor le dijo a Moisés que no le temiera, que lo entregaría en sus manos junto con todo su ejército y territorio. Y así fue, derrotaron y destruyeron al rey de Bazán y a su ejército, no dejando a nadie con vida.

La victoria estaba asegurada porque Dios así lo había prometido, por eso el Señor les dice a Israel que no teman, que Él los entregará en sus manos. Tomaron todas las ciudades de la tierra de Argot, del reino de Bazán, todas eran ciudades fortificadas. También destruyeron otras muchas ciudades sin murallas.

Después de tomar las ciudades, tomaron también el territorio del arroyo de Arnón hasta el monte Hermón. Moisés entrega esta tierra a las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés.

Moisés menciona que la cama del rey de Bazán en Rabat de los amonitas tenía una longitud de 9 codos, es decir, alrededor de 4 metros, y una anchura de 4 codos.

Moisés continúa mencionando la distribución de la tierra entre las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés en el lado oriental del Jordán. También menciona las ciudades que les fueron dadas a cada tribu.

Moisés concluye esta parte del discurso orando a Dios y le expresa su deseo de entrar en la tierra de Canaán. Dios le responde que no lo permitirá, pero le muestra la tierra desde lejos.

Dios le ordena a Moisés que suba a la cumbre de Pisga y mire hacia el occidente, norte, sur y oriente. A pesar de que Moisés no podrá entrar a la tierra prometida, Dios le da la responsabilidad de preparar a Josué para guiar al pueblo hacia la herencia de la tierra.

Moisés concluye con una oración a Dios, reconociendo su grandeza y poder. A pesar de su deseo de entrar a la tierra, acepta la voluntad de Dios y se prepara para lo que viene.

Esto nos enseña que debemos confiar en la voluntad de Dios y aceptar su guía en nuestras vidas. Dios nos da promesas y nos da responsabilidades, pero siempre debemos mantener nuestra confianza en Él y obedecer su palabra.

Así como el pueblo de Israel confió en Dios y tuvo victoria sobre sus enemigos, nosotros también podemos confiar en Dios y tener victoria en nuestras vidas. Dios está con nosotros y nos acompaña en cada paso que damos.

En conclusión, el capítulo 3 del libro de Deuteronomio nos enseña sobre la importancia de confiar en Dios y aceptar su voluntad en nuestras vidas. A pesar de las dificultades y los deseos que tengamos, debemos recordar que Dios tiene el control y nos guiará hacia la victoria si confiamos en Él.

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