El libro de Levítico ocupa un lugar central en los cinco libros de Moisés, flanqueado por Génesis y Éxodo por un lado, y Números y Deuteronomio por el otro. Así como el santuario era el centro del culto de Israel, también el libro de Levítico contiene la instrucción dada respecto de aquel culto. Es el evangelio en embrión, con el cual se puede comprender mejor el Nuevo Testamento. Sin él, algunas partes de los Evangelios y de las Epístolas están envueltas en oscuridad y tinieblas. Por lo tanto, el libro de Levítico debe ocupar su lugar legítimo en el armazón de las verdades que se deben predicar.
¡La bendición es familia del canal SantaBiblia.es! ¡Bienvenidos una vez más a nuestro recorrido explicativo por la Biblia! Yo soy el equipo de Santabiblia.es y hoy vamos a analizar juntos el capítulo 12 del libro de Levítico. Muchas gracias por los mensajes que ustedes me envían cada día. También, gracias por suscribirte a este canal de Esperanza. Si no lo has hecho, este es el momento de hacerlo. Al finalizar este artículo, compártelo con otra persona para que juntos podamos seguir creciendo en el conocimiento de la Palabra de Dios.
Hoy quiero iniciar haciendo referencia a una pregunta que me hacía alguien llamado Samantha – o por lo menos ese era el nombre que tenía en el canal de YouTube donde ella me escribió. En el capítulo anterior estábamos hablando acerca de Levítico capítulo 11, con respecto a lo que Dios había establecido y los límites que había puesto con respecto al consumo de animales. Yo hice una explicación detallada en el capítulo 11. Si no lo has visto, te invito a que lo veas. De hecho, creo que es uno de los vídeos más largos que he hecho en el que expliqué desde Génesis 1 hasta el día de hoy. Creo que es el vídeo que más tiempo me ha llevado explicar, para que pueda quedar claro que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo.
Bueno, Samantha me hacía un comentario con respecto a lo que dijo el Señor Jesús en Mateo capítulo 15 y en Marcos capítulo 7. Jesús dijo que «no lo que entra en el cuerpo humano es lo que contamina al hombre, sino lo que sale de él». Ciertamente, así es. Pero ¿qué pasa si yo tomo ese versículo y lo descontextualizo? Si yo simplemente lo utilizo como una excusa para introducir en mi cuerpo cualquier cosa, porque como nada contamina al hombre, entonces puedo consumir cualquier producto, cualquier cosa que me plazca, que me guste, que yo quiera probar, porque nada contamina al hombre.
Para poder entender este versículo, que aparece en Mateo 15 y en Marcos 7, debemos leer todo el contexto de este capítulo para poder clarificar qué era lo que realmente el Señor Jesús quería decir. Porque Jesús es Dios, y Dios dio una instrucción en Levítico 11. Y el apóstol Pablo también contextualizó lo que él estaba diciendo en sus cartas.
Entonces, vamos a empezar con Mateo capítulo 15. Dice el versículo 1: «Entonces llegaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, y le preguntaron: Por qué tus discípulos – noten los detalles –, por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos?»
¿De qué estamos hablando? ¿De tradición o de principios establecidos por Dios? Según aquí, la molestia de estos líderes religiosos en el tiempo de Jesús era que se estaban violando las tradiciones de los ancianos, porque no se lavan las manos antes de comer. ¿Acaso Levítico 11 habla algo de lavarse las manos antes de comer, o habla de la clasificación de animales?
Jesús respondió: «Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento?» Entonces, los líderes le dicen al Señor Jesús: «Tus discípulos quebrantan la tradición de lavarse las manos antes de comer». Y Jesús les responde: «Vosotros quebrantáis el mandamiento por vuestra tradición».
Y yo pregunto, Levítico 11, ¿qué es? ¿Es una tradición establecida por Moisés y los ancianos en consenso? ¿O fue el mismo Dios quien habló a Moisés en el capítulo 11? Si nosotros leemos nuevamente el capítulo 11, dice: «Dios le dijo a Moisés y estableció: ‘»Yo soy el Señor vuestro Dios, que os saqué de Egipto. Sed pues santos, como yo soy santo'». Y habla de lo que se debe y lo que no se debe consumir, lo que se debe y lo que no se debe introducir al cuerpo como supuesto alimento. Y sigue diciendo, versículo 4: «Porque Dios mandó: ‘Honra a padre y madre'» – está haciendo referencia al quinto mandamiento – «y ‘El que maldiga a su padre o a su madre, debe ser muerto’. Pero vosotros decís: ‘El que diga a su padre o a su madre: Todo aquello con que pueda ‘ayudarte’ es ofrenda mía dedicada al Señor’, no debiera socorrer a tu padre o a tu madre».
Así invalida el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas. Bien profetizó Isaías de vosotros – ‘Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí. En vano me honran enseñando doctrinas y mandamientos de hombre'».
Enseñan tradiciones, doctrinas humanas, como si realmente fueran de Dios, pero no es así. Y dice el versículo 10: «Y llamando a la gente, les dijo: Oíd y entended: Lo que entra en la boca no contamina al hombre; lo que sale de la boca eso contamina al hombre».
Entonces, se acercaron sus discípulos y le dijeron: «¿Sabes que los fariseos se ofendieron al oír tus palabras?» Pero él respondió: «Toda planta que no plantó mi Padre celestial será desarraigada». Como termina la parte final de este capítulo 15, versículos 16 en adelante: «Jesús respondió: ‘Vosotros no entendéis, no comprendéis que todo lo que entra en la boca va al estómago y después se elimina fuera del cuerpo. Pero lo que sale de la boca del hombre, viene del corazón, y eso contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios y las calumnias. Esto es lo que contamina al hombre. Pero comer con las manos sin lavar no contamina al hombre'».
De qué está tratando el contexto? ¿De los alimentos o de las comidas prohibidas en el capítulo 11 del libro de Levítico? O de una tradición que no tiene ningún fundamento salido de la Palabra de Dios. ¿En qué momento Dios dijo que había que lavarse las manos? Es una cuestión de lógica, que hay que lavarse las manos. Pero no es una obligación, ni es un mandamiento, ni es una exigencia divina. ¿Pues acaso tú, cuando comes, no te lavas las manos antes de comer? Y entonces, ¿eso es un pecado? No, claro que no. Lo que contamina al hombre es lo que sale del corazón. Por eso, necesitamos una transformación de la mente, de los pensamientos. Necesitamos una transformación completa del corazón, y eso solamente lo puede lograr el Espíritu Santo en nuestra vida.
Querida Samantha, espero haber aclarado tu duda. Si tienes alguna otra interrogante, estoy a la orden para ayudarte en tu crecimiento con la Palabra del Señor. Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo.
Ahora sí, vamos con el capítulo número 12 del libro de Levítico, que en cierto sentido, es el capítulo más corto que hemos estudiado hasta el momento. A partir de este capítulo, comienzan instrucciones personales. Dios instruye a las personas según las particularidades que estén experimentando. El pueblo de Israel va a experimentar ciertas cosas, pero mi experiencia personal quizás no sea tu misma experiencia, mi circunstancia no es tu misma circunstancia. Pero esta enseñanza del capítulo 12 de Levítico nos va a ayudar a comprender cómo podemos poner en práctica lo que Dios dice en cualquier circunstancia.
Dice el capítulo 12: «El Señor dijo a Moisés: «Habla a los israelitas, y diles: Cuando una mujer dé a luz un varón, quedará impura durante siete días, como durante su periodo menstrual»». ¿Qué tan difícil, tan duro era el parto en estos tiempos antiguos? En el libro de Éxodo, vemos que existían parteras que atendían a las hebreas, y por ende, también había parteras que atendían a las egipcias. Pero ¿quién atendía a estas mujeres en el desierto? Sus mismos esposos, otras mujeres, familiares que estuviesen alrededor. No tenían los implementos médicos, ni se hacían ecos para poder saber el sexo del niño que había de venir o de la niña.
Entonces, ellas no tenían un control prenatal, sino simplemente calcular el aproximado del tiempo que ellas consideraban que habían quedado embarazadas, o que su menstruación no había llegado. Así que no era fácil para una mujer embarazada, y quizás algunas de ellas ni se enteraban que estaban embarazadas, y tenían que hacer trabajos físicos duros, el cargar la leña, estar pendiente de los animales, el cocinar, si tenía otros hijos, pendientes de los hijos, de la limpieza del hogar, en un lugar abierto, cómo era estar en el desierto, o incluso en la misma tierra de Canaán. Porque estas leyes debían aplicarse también cuando entraran a la tierra de Canaán.
Así que, las circunstancias que vivían estas mujeres era muy diferente a la que viven las mujeres de hoy. Un pensamiento totalmente diferente hoy en día, pues muchas mujeres quedan embarazadas y a veces ni siquiera saben quién es el padre. O si saben, sencillamente no exigen ningún tipo de responsabilidad, porque hoy en día las mujeres pueden salir adelante solas en la crianza de sus hijos. Eso no quiere decir que sea fácil. También es duro, y era también duro en estas circunstancias antiguas. Así tuvieran su hogar estable, ellas necesitaban un tiempo de reparación física, de descanso, también psicológico, porque les iba a tocar una doble tarea: criar un hijo.
Dice el versículo número 3: «En el caso del varón, al octavo día se va a circuncidar al niño, como se había establecido en el tiempo de Abraham, es decir que todo niño varón que naciese ya formaba parte del pacto de Dios con la circuncisión. Pero ella esperará 33 días para purificarse de su sangre. Ninguna cosa tocará ni vendrá al santuario hasta que cumpla los días de su purificación».
Empieza una purificación de primeros siete días, al octavo día va y circuncida al niño. Y después, pasa un período de 33 días más para completar 40. Y ahí viene la famosa cuarentena de la mujer que ha dado a luz, que ha parido, que ha tenido un hijo. Le toca el reposo, la recuperación de la mujer. Si da a luz una hija, quedará impura durante dos semanas, es decir, el doble. ¿Cuál sería la razón de por qué con el varón son siete días, y con la hembra son dos semanas? La Biblia no da detalles sobre el asunto, da por sentado que con el varón son siete días de reposo más 33, y con la hembra serían entonces 2 semanas, 14 días, y 66 días purificándose para completar 80. Si era niña, tenía que ser una doble cuarentena.
Y yo creo que muchas mujeres el día de hoy no se molestarían si esto se aplicara, pero recuerde que la circunstancia social que ellos vivían era muy diferente a la que viven las mujeres de hoy. Cuando se cumplan los días de su purificación por su hijo o por su hija, traerá al sacerdote a la tienda de reunión un cordero de un año para holocausto, y un pichón o una tórtola para expiación. Y el sacerdote los ofrecerá en expiación por ella y quedará limpia de su sangre. Esta es la ley de la que da a luz hijo o hija».
La mujer, o en este caso, la pareja, viene con el niño, octavo día los circuncida, después de 33 días si era varón. Entonces, la mujer lleva una ofrenda al santuario para expiación y para el holocausto. Pero ella no degüella el animal, sino que se lo da al sacerdote. Es una prerrogativa sacerdotal. Parece ser que los hombres eran los únicos que degollaban a los animales, porque el hombre era la representación del sacerdocio en el hogar y, por lo tanto, era responsable de la vida espiritual.
Aquí juega un papel importante el rol tanto del hombre como de la mujer. La mujer ha sido el instrumento de Dios para traer vida, para que sea procreadora. Y el hombre es el responsable de la educación y de la formación del hogar. De ahí viene el matrimonio funcional, el yugo igual, que tengan las mismas responsabilidades y cargas. Y aunque tienen funciones diferentes, todos tienen un mismo propósito en el hogar, que es criar a los hijos.
Dice entonces el versículo número 8: «Si no tuviera lo suficiente para un cordero, llevará dos tórtolas o dos pichones, uno para holocausto y otro para expiación. Y el sacerdote hará expiación por ella y quedará limpia». Nótese que no habla del niño. El niño no nace impuro, la que queda impura es la madre. Y ella necesita entonces participar de la expiación y del holocausto, necesita llevar su ofrenda al santuario.
Ahora, el libro de Apocalipsis muestra a una mujer embarazada. En el capítulo número 12 de Apocalipsis, se muestra a una mujer vestida del sol, embarazada, con una corona de doce estrellas, con la luna debajo de sus pies. Y el niño que iba a nacer era un varón. Me llama la atención porque esta mujer es la representación del pueblo de Dios que vería nacer al Mesías. Pero el dragón, el enemigo, estaría a punto allí de destruir a este niño, este niño profetizado por los mensajes de Isaías, «niño no es nacido y el principio estaba sobre su hombro, y se llamará Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz».
Lo que quiero hacer referencia con esta ilustración de Apocalipsis capítulo 12 es que la mujer fue perseguida por el dragón. Satanás quiere destruir al pueblo de Dios en todas las cosas. Satanás se introduce en los hogares para destruir los matrimonios y también para destruir la vida de nuestros hijos. Pero lo que más me llama la atención en el libro de Apocalipsis es que el Señor llevó a la mujer al desierto para que fuera sustentada durante un periodo de 1.260 años. La mujer sería sustentada. Yo no sé cuál es la lucha que tú estás viviendo dentro de tu hogar o en la crianza de tus hijos, pero aunque estamos pasando por un desierto de dificultades, Dios sustenta a sus hijos.
Aunque Satanás, como dragón, anda buscando a quién devorar y destruir, y anda expulsando de su boca agua como río para arrastrar a la mujer de la profecía, Dios abre la tierra para tragar el agua que el dragón ha expulsado y protege a la mujer. Y el dragón se llena de ira contra la mujer y contra el resto de los descendientes de ella, porque guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo. Dios siempre ha protegido a su pueblo, Dios protege a nuestros hijos, Dios nos ayuda a educarlos. Pero somos nosotros los que debemos primero entender la responsabilidad que el Señor nos ha dado.
La purificación debe comenzar en nuestra vida el día de hoy. El capítulo número 12 de Levítico es una demostración de que debe haber ayuda mutua en el hogar, de que debe fortalecerse la vida dentro de la familia, y de que la mujer, en ese periodo de reposo, descanso y de recuperación, va a sentir el apoyo de su esposo, de su compañero, en ese momento o en esa etapa tan importante para la mujer, que era traer hijos al mundo.
Hoy en día, si esto se pusiera en práctica, seríamos mucho mejores personas, seríamos mejores cristianos y estaríamos preparándonos mucho más para tener ese encuentro con el Señor cuando venga por segunda vez, porque seremos habitantes de la patria celestial. Y bueno, hasta aquí hemos llegado con nuestro análisis de hoy. Espero que haya sido de bendición para tu vida. Te recuerdo que mañana continuaremos con el capítulo número 13 del libro de Levítico, las experiencias personales que debemos tomar en cuenta en cada uno de los textos de la Biblia.
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