En este artículo exploraremos un pasaje de las sagradas escrituras, específicamente los primeros capítulos del libro de Crónicas (del 17 al 20). Nos sumergiremos en las enseñanzas y revelaciones que el Señor tiene para nosotros en estas escrituras.
En estos pasajes, vemos a David, quien estaba viviendo en su casa de cedro, mientras el arca del pacto de Jehová aún se encontraba bajo cortinas. David, sintiendo gratitud por todas las bendiciones que Dios le había dado, expresó su deseo de construir una casa para Dios. Sin embargo, el profeta Natán recibió una palabra de Dios que le revelaba que no sería David quien construiría esa casa, sino que sería su descendiente.
Dios le dijo a David a través de Natán que Él había estado con él en todo momento, cortando a todos sus enemigos delante de él y prometiéndole construirle una casa y establecer su reino para siempre. Dios confirmó que tendría descendencia después de David, un hijo que construiría Su casa y cuyo trono sería firme para siempre. Dios prometió que no apartaría Su misericordia de este hijo, a diferencia del hijo que había estado antes de David.
Al escuchar estas palabras, David quedó sumamente asombrado y agradecido. Reconoció la grandeza y la gloria de Dios, y se maravilló de que Dios hubiera elegido a Su siervo para ser parte de Sus planes. David comprendió que toda la honra y el honor pertenecían a Dios, y que Él había hecho notorias todas Sus grandezas.
Después de estos sucesos, David continuó su reinado y derrotó a diversos enemigos, incluyendo a los filisteos, los moabitas y los sirios de Damasco. Los reyes y pueblos que antes eran enemigos de David quedaron sometidos a él y reconocieron su poder y autoridad.
En cada batalla, Dios dio la victoria a David y le mostró Su favor. Fue gracias a la ayuda y dirección de Dios que David pudo vencer a sus enemigos y establecer su reino sobre todo Israel. David gobernó con justicia y sabiduría, y fue apoyado por valientes generales, sacerdotes y consejeros.
Al final de su reinado, David enfrentó una última batalla contra los amonitas. Dios le dio nuevamente la victoria y David pudo expandir su dominio sobre la tierra. También conquistó la ciudad de Rabá y obtuvo un gran botín, incluyendo una corona de oro y piedras preciosas.
Estos pasajes nos enseñan varias lecciones importantes. En primer lugar, vemos la fidelidad de Dios al cumplir Sus promesas. A pesar de los obstáculos y desafíos que David enfrentó, Dios estuvo con él en todo momento, protegiéndolo y dando la victoria a su ejército. Dios también cumplió Su promesa de establecer una casa y un reino eterno a través de la descendencia de David.
Además, vemos la importancia de reconocer la grandeza y gloria de Dios. David fue humilde y agradecido por las bendiciones que Dios le había dado, y reconoció que todo el honor y la honra pertenecían a Él. David entendió que su éxito y victorias eran el resultado de la ayuda y dirección de Dios.
En resumen, estos pasajes nos muestran la relación íntima que David tuvo con Dios y cómo, a través de la obediencia y la confianza en Dios, logró grandes victorias y estableció un reino duradero. Nos inspiran a confiar en el Señor en cada circunstancia de nuestra vida, sabiendo que Él está con nosotros y nos dará la victoria.
Te animo a que explores más las sagradas escrituras y a que leas otros artículos y enseñanzas que puedan fortalecer tu conexión con Dios y enriquecer tu comprensión de Su Palabra. Como dice en Romanos 15:4, «todo lo que antes fue escrito para nuestra enseñanza fue escrito para que por la paciencia y el consuelo de las escrituras tengamos esperanza». Que Dios te bendiga abundantemente en tu camino de fe.
¡Atrévete con nuestro Trivial! – Desafío de Inteligencia Bíblica