En nuestro recorrido por las sagradas escrituras, llegamos al capítulo 4 del segundo libro de los Reyes. Este capítulo continúa con el ministerio profético de Eliseo, el sucesor de Elías. Eliseo es un tipo de Cristo, y gran parte de su ministerio consistió en mostrar el poder de Dios de manera milagrosa y sorprendente.
Una pregunta que surge es si creemos en los milagros y en la obra poderosa de Dios. Existe una corriente teológica llamada desmitificación de la Biblia, que sostiene que los milagros son simplemente ilusiones o representaciones de realidades espirituales. Pero Jesús hizo milagros cuando estuvo en la tierra, al igual que Eliseo. Los milagros son reales y Dios puede obrar milagros grandes. Sin embargo, los milagros se hacen según la voluntad de Dios y no podemos exigirlos.
En este capítulo vemos dos milagros realizados por Eliseo. En el primero, una mujer viuda le pide ayuda a Eliseo porque su esposo ha muerto y ahora tiene deudas y teme perder a sus hijos como esclavos. Eliseo le dice que pida vasijas prestadas a sus vecinos y que las llene de aceite. La mujer obedece y Dios multiplica el aceite, lo suficiente para pagar sus deudas y vivir con lo que sobra.
El segundo milagro ocurre en Sunem, donde una mujer distinguida invita constantemente a Eliseo a su casa. Eliseo le profetiza que al año siguiente tendrá un hijo, y así sucede. Sin embargo, el niño muere repentinamente, pero la mujer demuestra su fe y lo pone sobre la cama de Eliseo, cierra la puerta y busca al profeta. Eliseo vuelve, ora al Señor y coloca su boca, ojos y manos sobre el niño, quien vuelve a la vida.
Estos milagros nos muestran que Dios está dispuesto a proveer soluciones para nuestras necesidades, ya sea multiplicando recursos, sanando enfermedades o incluso resucitando a los muertos. No debemos desesperar en situaciones adversas, sino confiar en que Dios tiene el control y puede obrar en nuestras vidas.
Además de estos milagros, también vemos lecciones de administración y fe. En la historia de la mujer que tenía una deuda, vemos cómo Dios le provee una solución que implica ponerla a trabajar y administrar los recursos que Él le ha dado. En el caso de la mujer de Sunem, aprendemos la importancia de confiar en la palabra del Señor y perseverar en la fe, incluso cuando las circunstancias parecen desesperantes.
Estos relatos nos enseñan que, aunque los milagros pueden parecer sorprendentes o poco probables, debemos recordar que Dios es un Dios de milagros. Su poder y misericordia son infinitos, y Él actúa según su voluntad y propósito. No debemos limitar a Dios con nuestras expectativas o exigencias, sino confiar en que Él sabe mejor que nosotros lo que necesitamos.
En resumen, este capítulo nos muestra que Dios está dispuesto a obrar milagros en nuestra vida, ya sea multiplicando recursos, sanando enfermedades o incluso resucitando a los muertos. Tenemos que confiar en la voluntad y el propósito de Dios, y estar dispuestos a obedecer y actuar por fe. Dios provee soluciones e instrucciones en situaciones difíciles, y nos enseña lecciones de administración y fe. Sigamos confiando en Dios y buscando su guía en todas las áreas de nuestra vida.
Si deseas seguir aprendiendo más sobre la Biblia y estar al día con nuestro recorrido explicativo, te invitamos a leer otros artículos en nuestra página Biblia explicada: un recorrido diario por las sagradas escrituras.
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