En nuestro recorrido explicativo por las sagradas escrituras, hoy llegamos al segundo libro de los reyes, capítulo 20. Continuamos con el reinado de Ezequías, el rey de Judá. Ezequías fue un hombre que buscaba hacer las cosas bien para la gloria del Señor. Implementó una reforma en Israel y fue un hombre de oración en medio de la adversidad. Dios le envió al profeta Isaías para guiarlo, capacitarlo y fortalecerlo.
En aquellos días, Ezequías enfermó gravemente. Aunque no se especifica qué tipo de enfermedad tuvo, se describe como una enfermedad de muerte. A pesar de tener los mejores médicos, su enfermedad estaba deteriorando su cuerpo. El profeta Isaías le transmitió la palabra del Señor de que debía prepararse para morir. Esta noticia puede causarnos reflexión sobre cómo reaccionaríamos si supiéramos el día de nuestra muerte.
Al conocer la noticia, Ezequías se volvió hacia la pared y clamó al Señor, recordándole su fidelidad y su dedicación. Lloró con gran aflicción, mostrando su tristeza y rogándole al Señor que le diera más vida.
Antes de que Isaías saliera del patio central, el Señor le habló nuevamente y le dijo que volviera a Ezequías para decirle que le daría 15 años más de vida. Para confirmar esta promesa, Dios realizó un milagro: hizo retroceder la sombra en el reloj de Acaz 10 grados. Este fenómeno natural sorprendente fue una señal para Ezequías de que Dios cumpliría su promesa de sanidad y prolongación de su vida.
Posteriormente, el rey de Babilonia se enteró del milagro de la sanidad de Ezequías y envió representantes a Judá para conocer más sobre este suceso. Ezequías les mostró todos sus tesoros y bendiciones materiales, pero no compartió con ellos las bendiciones espirituales. Esta proyección errónea provocó que los babilonios se llevaran la impresión equivocada de la grandeza de Judá y de Dios.
El profeta Isaías confrontó a Ezequías por su error y le advirtió que, como consecuencia, los babilonios vendrían y se llevarían todas sus posesiones materiales y a sus hijos. Esta profecía se cumplió cuando los babilonios deportaron a muchos judíos a Babilonia, incluido Daniel.
Ezequías reconoció su error y aceptó la voluntad del Señor, aunque aclaró que al menos tendría paz y seguridad en sus días. Después de su muerte, su hijo Manasés se convirtió en rey de Judá y fue descrito como uno de los peores reyes, superando incluso a su abuelo en maldad.
En nuestra vida actual, también debemos estar dispuestos a aceptar la voluntad de Dios y reconocer nuestros errores. La muerte no debe ser temida, pero debemos buscar hacer la voluntad del Señor y confiar en Su plan para nuestras vidas. Debemos entender que las bendiciones de Dios no se limitan a lo material, sino que también incluyen el crecimiento espiritual y la obra que el Espíritu Santo realiza en nosotros.
Es importante recordar que la sanidad, tanto física como espiritual, es parte de la voluntad de Dios para nosotros. Si estamos enfermos, debemos orar por sanidad, pero también debemos estar dispuestos a aceptar la voluntad del Señor, sabiendo que Él nos guiará y proveerá en todo momento.
En conclusión, el capítulo 20 del segundo libro de los reyes nos presenta la historia de Ezequías y su lucha con la enfermedad, la sanidad y la proyección errónea de las bendiciones de Dios. Nos invita a reflexionar sobre nuestra actitud hacia la enfermedad y la muerte, y a buscar hacer la voluntad de Dios en todas las áreas de nuestras vidas. Aceptemos la voluntad del Señor y confiemos en Su plan para nosotros.
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