En este artículo, estaremos explorando el último capítulo del libro de Deuteronomio y el final de la primera sección de la Torá, los primeros cinco libros de Moisés. También examinaremos un comentario extenso de la sierva del Señor en el libro Patriarcas y Profetas sobre la muerte de Moisés.
En el capítulo 34 de Deuteronomio, se narra la muerte de Moisés. Aunque es un capítulo triste, está lleno de esperanza. El versículo 1 nos dice que Moisés subió al monte Nebo, desde donde el Señor le mostró toda la tierra prometida. Moisés contempló la tierra de Galaad hasta Dan, la tierra de Efraín y Manasés, la tierra de Judá hasta el mar occidental y la llanura de Jericó. Fue en este lugar donde el Señor le dijo a Moisés que esta era la tierra que había jurado a Abraham, Isaac y Jacob.
Luego, en el versículo 5, se nos dice que Moisés murió en la tierra de Moab y fue enterrado en el valle de Moab, frente a Bet Peor. Nadie conoce su sepulcro hasta el día de hoy. Moisés tenía 120 años cuando murió, pero sus ojos no se habían oscurecido ni había perdido su vigor. Los israelitas lloraron a Moisés durante 30 días en los campos de Moab.
Después de la muerte de Moisés, Josué se convirtió en el líder del pueblo de Israel. Josué fue del espíritu de sabiduría porque Moisés había puesto sus manos sobre él en un acto de transferencia de responsabilidad. Los israelitas obedecieron y siguieron las instrucciones del Señor tal como Moisés había transmitido.
En los versículos finales del capítulo, se destaca la importancia de Moisés como profeta y siervo del Señor. No había surgido en Israel un profeta como Moisés, que hablara cara a cara con el Señor y realizara tantas señales y prodigios. Moisés era un hombre único en la historia de la escritura hasta ese momento.
La sierva del Señor, en el libro Patriarcas y Profetas, interpreta la muerte de Moisés como una lección para todos nosotros. Moisés había sido disciplinado por Dios a través de la aflicción y la pobreza antes de liderar a los israelitas hacia la tierra prometida. Esta disciplina preparó a Moisés para su misión divina. El Siervo de Dios declaró que él exige obediencia estricta y que los hombres no deben atribuirse la gloria que pertenece a Dios. Moisés fue un tipo o figura de Cristo y su vida y muerte nos enseñan valiosas lecciones sobre la justicia y el amor de Dios.
La muerte de Moisés también nos da evidencia de la resurrección. Moisés apareció en el monte de la transfiguración junto con Elías, lo que demuestra que fue resucitado y llevado al reino de los cielos. La resurrección de Moisés fue un testimonio de la supremacía de Cristo sobre la muerte y su poder para dar vida a los muertos.
En conclusión, el final del libro de Deuteronomio marca el final del Pentateuco y la muerte de Moisés. Aunque su muerte es triste, hay esperanza en la resurrección y en la promesa de una herencia infinitamente más gloriosa en el reino celestial. Moisés fue un siervo fiel y un profeta único en la historia de Israel. Su vida y muerte nos enseñan valiosas lecciones sobre la obediencia a Dios y la confianza en su plan divino. Para seguir explorando la Biblia, te invitamos a leer otros artículos en nuestro sitio web para enriquecer tu conocimiento de la Palabra de Dios y estar al día de sus bendiciones.
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