En este artículo exploraremos el capítulo 3 del libro de Nehemías, el cual forma parte de un proyecto de reconstrucción de Jerusalén. Hasta este punto, Nehemías ha tomado conciencia de la situación precaria en la que se encuentra la ciudad y ha buscado a Dios en oración para ser un instrumento en la reconstrucción de los muros. En el capítulo 2, Nehemías recibe el permiso del rey Artajerjes para llevar a cabo esta tarea tan importante.
En el capítulo 3, vemos a Nehemías liderando una delegación real para reconstruir los muros. A medida que avanzan en la reconstrucción, diferentes grupos de personas se van uniendo a la tarea, cada uno restaurando una sección específica de los muros. Vemos a sacerdotes, levitas, plateros, comerciantes, incluso mujeres y niños, todos colaborando juntos para reedificar Jerusalén. Cada grupo tiene un líder o supervisor que dirige y motiva a los demás.
Es importante destacar que no todos los habitantes de Jerusalén se unieron a la tarea de reconstrucción. Algunos no mostraron interés o se negaron a colaborar. Sin embargo, esto no detuvo a los que sí estaban dispuestos a trabajar. Incluso hubo personas que vinieron de otras regiones para ayudar en la obra. A pesar de las diferencias de habilidades y procedencia, todos trabajaron con fervor y dedicación para cumplir con la tarea.
En este relato encontramos varias lecciones que son aplicables a nuestra vida y a la iglesia actual. En primer lugar, todos tenemos una responsabilidad en la obra del Señor, ya sea en la construcción física de nuestras iglesias o en la obra espiritual de compartir el evangelio. No debemos dejarle esta responsabilidad a unos pocos, sino que todos debemos poner manos a la obra.
Además, es importante reconocer que cada persona tiene habilidades y capacidades diferentes, y todos son necesarios para completar la obra. No importa si eres experto o inexperto, joven o viejo, hombre o mujer, todos podemos contribuir de alguna manera. No debemos menospreciar a nadie, sino valorar y apreciar la diversidad de dones y talentos.
Asimismo, es esencial que tengamos un sentido de pertenencia y amor por nuestra iglesia. Debemos estar dispuestos a sacrificar nuestro tiempo, esfuerzo y recursos para construir una comunidad fuerte y saludable. Debemos trabajar juntos con alegría y fervor, sin importar las dificultades u obstáculos que se presenten.
Por último, este relato nos recuerda que la obra del Señor se cumplirá, con o sin nuestra participación. Si no estamos dispuestos a cumplir con nuestro deber, Dios buscará a otros para llevar a cabo su obra. Sin embargo, es un privilegio y una bendición formar parte de la obra de Dios y ver su cumplimiento en nuestras vidas y en la iglesia.
En conclusión, el capítulo 3 del libro de Nehemías nos enseña importantes lecciones sobre la responsabilidad de cada creyente en la obra del Señor. Nos desafía a poner manos a la obra, valorar y apreciar a todos los miembros de la iglesia, y tener un sentido de pertenencia y amor por nuestra comunidad de fe. Al igual que los antiguos habitantes de Jerusalén, debemos trabajar juntos con fervor y alegría para cumplir con la tarea que Dios nos ha encomendado.
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