En este artículo, continuaremos explorando el libro de Josué, específicamente los capítulos 21 y 22. En estos capítulos, los jefes de las familias de los levitas se acercaron a Josué y a los líderes de las tribus de Israel en Silo, en la tierra de Canaán. Su petición era que se les dieran ciudades para habitar, junto con campos para su ganado.
Los israelitas cumplieron con su petición y les dieron ciudades con campos según lo ordenado por el Señor. Los coatitas, los gersonitas y los meraritas, que eran familias de los levitas, recibieron ciudades de las tribus de Judá, Simeón, Benjamín, Efraín, Dan, Manasés, Isacar, Aser, Neftalí y Zabulón. En total, se les asignaron 48 ciudades con sus campos.
Después de esto, Josué llamó a los rubenitas, gaditas y a la media tribu de Manasés y les recordó que habían guardado los mandamientos del Señor y habían cumplido con lo que Moisés y él les habían ordenado. Les dijo que ahora que el Señor les había dado reposo a sus hermanos y les había dado la tierra que les había prometido, podían regresar a sus tierras al otro lado del Jordán. Sin embargo, les instó a seguir cuidadosamente los mandamientos y la ley que les habían sido entregados y a amar al Señor con todo su corazón y alma.
Después de recibir una bendición de Josué, los rubenitas, gaditas y la media tribu de Manasés regresaron a sus tierras con muchas riquezas y ganado. Pero antes de partir, decidieron construir un altar cerca del Jordán, en la tierra de Canaán. Al enterarse de esto, los demás israelitas se reunieron en Silo para pelear contra ellos, pensando que estaban rebelándose contra el Señor.
Antes de tomar medidas drásticas, los israelitas enviaron a Finees, hijo del sacerdote Eliezer, junto con diez príncipes de las tribus de Israel para hablar con los rubenitas, gaditas y la media tribu de Manasés. Les preguntaron cuál era la razón de su acción, temiendo que estuvieran cometiendo apostasía contra el Señor construyendo un altar separado.
Los rubenitas, gaditas y la media tribu de Manasés explicaron que el altar no era para ofrecer sacrificios, sino para ser un testimonio de su lealtad y unidad con el resto de Israel. Temían que en el futuro, si no había un altar en su territorio, sus hijos podrían separarse de Israel y adorar a otros dioses. Querían asegurarse de que sus generaciones futuras reconocieran que también adoraban al Dios de Israel.
Esta explicación satisfizo a los demás israelitas y reconociendo que los rubenitas, gaditas y la media tribu de Manasés no estaban en rebelión contra el Señor, se alegraron y alabaron a Dios.
Los rubenitas, gaditas y la media tribu de Manasés llamaron al altar «Ed» que significa «Testigo», porque dijeron que era un testimonio de que el Señor es Dios. A través de este evento, se demostró la importancia de la unidad y de mantenerse fieles al Señor en medio de las tribus de Israel.
En resumen, estos capítulos nos enseñan sobre la distribución de ciudades a los levitas y la construcción de un altar por parte de los rubenitas, gaditas y la media tribu de Manasés. A través de esta historia, se enfatiza la importancia de mantenerse unidos como pueblo de Dios y de obedecer sus mandamientos. Además, se destaca la necesidad de la comunicación y el entendimiento mutuo para evitar conflictos y malentendidos entre las tribus de Israel.
¡Atrévete con nuestro Trivial! – Te apuntas a la Maratón de la Biblia