En este artículo continuamos nuestro recorrido por las sagradas escrituras con el libro de Josué, específicamente los capítulos 4 hasta el 6. Estos versículos nos relatan la historia de cómo el pueblo de Israel cruzó el río Jordán y la conquista de la ciudad de Jericó.
El paso del río Jordán
Después de que todo el pueblo de Israel cruzó el río Jordán, el Señor le dijo a Josué que tomara doce hombres, uno de cada tribu, y que tomasen doce piedras del río y las llevaran con ellos. Estas piedras servirían como un monumento conmemorativo para que, cuando los hijos de Israel preguntaran en el futuro, se les pudiera contar la historia de cómo el agua del Jordán se dividió y permitió que pasaran al otro lado.
Así, Josué hizo como el Señor le había mandado y las doce piedras fueron levantadas como un monumento en Gilgal, donde el pueblo acampó después de cruzar el río Jordán. También se levantaron otras doce piedras en medio del Jordán, donde los pies de los sacerdotes que llevaban el arca del pacto habían estado.
Los sacerdotes y el arca del pacto permanecieron en medio del río hasta que todo el pueblo de Israel había pasado al otro lado. Después de que el pueblo terminó de pasar, el arca del pacto y los sacerdotes también cruzaron el río y el agua volvió a su curso normal. El pueblo acampó en Gilgal y celebraron la Pascua para conmemorar su liberación de Egipto y la entrada a la Tierra Prometida.
La conquista de Jericó
Después de la celebración de la Pascua, Josué vio a un hombre con una espada desenvainada en la mano y se acercó a él. El hombre resultó ser el príncipe del ejército del Señor. Josué se postró y lo adoró y le preguntó qué debía hacer. El príncipe del ejército del Señor le dijo a Josué que estaba parado en un lugar santo y que debía quitarse los zapatos de los pies. Josué obedeció y luego recibió instrucciones precisas sobre cómo conquistar la ciudad de Jericó.
El Señor le dijo a Josué que rodeara la ciudad una vez al día durante seis días, llevando el arca del pacto y siete sacerdotes tocando las trompetas. En el séptimo día, debían rodearla siete veces y cuando las trompetas sonaran prolongadamente, todo el pueblo debía gritar y la muralla de la ciudad caería. Así lo hicieron los israelitas y la muralla de Jericó colapsó y el pueblo conquistó la ciudad.
Solo Rahab, la mujer que había escondido a los dos espías enviados por Josué, y su familia fueron salvados. El pueblo de Israel destruyó todo en la ciudad, excepto lo que el Señor había ordenado poner en su tesoro. Josué maldijo a quien intentara reconstruir la ciudad de Jericó y prometió que echaría los cimientos con su primogénito y pondría las puertas con su hijo menor. El nombre de Josué se divulgó en toda la tierra y el Señor estuvo con él.
Este relato nos muestra la importancia de la obediencia a Dios y cómo el Señor puede realizar grandes proezas a través de su pueblo. También nos enseña que recordar y conmemorar los milagros y las intervenciones divinas en nuestras vidas fortalece nuestra fe y nos recuerda la fidelidad de Dios.
Invitamos a nuestros lectores a continuar explorando las sagradas escrituras para obtener más conocimiento y sabiduría. La Biblia es un tesoro de enseñanzas y promesas de Dios que pueden guiarnos en nuestras vidas diarias. Manténgase al día con nuestros otros artículos para profundizar su comprensión de la palabra de Dios y encontrar aliento y esperanza en ella.
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