Dios disciplina para nuestro bien

En este artículo, nos adentramos en el libro poético de Job, donde se presenta una circunstancia particular en la vida de un hombre intachable según los ojos de Dios. A través del primer ciclo de discursos, el amigo de Job, Elifaz, expone lo que considera correcto en medio del dolor de Job. Sin embargo, es importante analizar con detenimiento las palabras de Elifaz y comprender la verdad que hay detrás de ellas.

Antes de profundizar en las palabras de Elifaz, es importante aclarar un punto crucial. A menudo, interpretamos la palabra «santos» como personas reliogiosas a quienes podemos acudir en busca de ayuda o intercesión. Sin embargo, la Biblia nos enseña que no debemos hacer imágenes ni adorar a ningún ser celestial o terrenal. No necesitamos intermediarios humanos o celestiales para acercarnos a Dios. Solo necesitamos tener una relación personal con Él.

El discurso de Elifaz comienza con una pregunta: «Llama ahora, ¿habrá quién te responda?». Con estas palabras, intenta instar a Job a buscar ayuda de seres celestiales o ángeles. Sin embargo, esta creencia o percepción de Elifaz está mal fundamentada. Muchas personas en la antigüedad buscaban un intermediario para acercarse a Dios porque veían a Dios como inaccesible. Pero la verdad es que no necesitamos intermediarios para acercarnos a Dios, podemos ir directamente a Él.

Elifaz continúa su discurso hablando de las consecuencias de los errores y la iniquidad. Aunque lo que dice es cierto en cierta medida, ya que hay una consecuencia por nuestros actos, también es necesario comprender que no todas las adversidades o problemas son resultado de nuestros errores. A veces, Dios permite ciertas circunstancias para moldearnos y enseñarnos lecciones importantes en la vida.

Elifaz también describe a Dios de manera acertada en muchos aspectos. Señala que Dios hace cosas grandes e inescrutables, envía lluvia sobre la Tierra, pone en alto a los humildes y frustra los planes de los astutos. Estas descripciones son verdaderas y muestran el poder y la grandeza de Dios. Sin embargo, estas descripciones son incompletas, ya que no abarcan toda la naturaleza y los caminos de Dios.

Es en este punto que debemos tener cuidado al interpretar y proyectar la verdad que conocemos. Si bien podemos tener una comprensión parcial de la verdad, debemos recordar que no podemos limitar a Dios en su accionar y en sus decisiones. No tenemos autoridad para cuestionar por qué Dios permite ciertas circunstancias en nuestras vidas. Necesitamos confiar en que Él tiene un plan y un propósito para cada uno de nosotros.

Elifaz concluye su discurso diciendo que Dios disciplina al hombre y que la disciplina de Dios es para nuestro bienestar y crecimiento espiritual. Aunque esto es cierto, es importante comprender que la disciplina de Dios no es un castigo, sino una manera de guiarnos y purificarnos. Dios quiere lo mejor para nosotros y a veces, en su amor y sabiduría, permite ciertas adversidades o desafíos para ayudarnos a crecer y desarrollarnos.

Por lo tanto, en lugar de menospreciar o rechazar la disciplina de Dios, debemos aceptarla y confiar en que Él siempre trabajará para nuestro bien. Aunque a veces pueda ser difícil comprender sus caminos, podemos encontrar consuelo en saber que Dios está con nosotros y que nos sostendrá en medio de las pruebas.

En resumen, el discurso de Elifaz nos muestra la importancia de tener una comprensión equilibrada y completa de la verdad. Si bien es cierto que Dios es grande y poderoso, también es necesario reconocer que no podemos condicionar o cuestionar su accionar. En lugar de proyectar la verdad de manera errónea, debemos confiar en que Dios tiene un plan perfecto para nuestras vidas y que su disciplina es para nuestro crecimiento y bienestar. Recordemos que Dios siempre está con nosotros, incluso en medio de las adversidades.

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