En el capítulo anterior de nuestro recorrido por el libro de Samuel, vimos cómo David se preparó para enfrentar a su hijo Absalón, quien intentaba usurpar el trono de Israel. En este segundo capítulo del libro, vemos el desenlace de la batalla entre David y Absalón.
David, consciente de la debilidad de su ejército y de su propia situación precaria, decide dividir estratégicamente a su tropa en tres grupos, liderados por Joab, Abisay e Itai. También pasa revista a su tropa y coloca jefes sobre ellos. A pesar de haber reunido un ejército numeroso, David decide no participar personalmente en la batalla, para evitar poner en riesgo la vida de su hijo Absalón.
La batalla se lleva a cabo en el bosque de Efraín, y el ejército de Israel, liderado por Absalón, es derrotado por los siervos de David. Gran cantidad de gente muere en el bosque debido a la indisciplina y la falta de experiencia de los hombres de Absalón.
Absalón, al ver la magnitud de la derrota de su ejército, decide huir montado en un mulo. Sin embargo, su cabello largo se enreda en una encina, dejándolo colgado entre el cielo y la tierra. Un hombre ve a Absalón y avisa a Joab. Joab, aprovechando la oportunidad, decide matar a Absalón para poner fin a la rebelión.
Después de la muerte de Absalón, se corre la noticia de su muerte. Un sacerdote hijo de Sadoc decide llevarle la noticia a David, pero Joab lo detiene y le envía a otro hombre para darle la noticia. Finalmente, David recibe la noticia de la muerte de su hijo y, abrumado por el dolor, se retira y llora.
Este capítulo nos muestra el dolor y la tristeza de David por la muerte de su hijo. A pesar de que Absalón era un hijo rebelde, David lo amaba y deseaba lo mejor para él. Este doloroso episodio nos recuerda que Dios también siente el dolor y la tristeza de sus hijos cuando toman malas decisiones y se alejan de él. Dios nos ama y siempre está dispuesto a perdonarnos y recibirnos de vuelta.
Como padres, es natural sentir dolor por nuestros hijos cuando toman malas decisiones o se alejan de los caminos del Señor. Pero debemos recordar que Dios tiene el control de todas las cosas y que él está obrando en la vida de nuestros hijos, incluso cuando no podemos verlo.
Por eso, debemos seguir orando por nuestros hijos y confiar en que Dios tiene un plan para ellos. Aunque el camino pueda ser doloroso y difícil, podemos encontrar consuelo en saber que Dios está en control y que él puede trabajar todas las cosas para nuestro bien y el de nuestros hijos.
Volviendo al capítulo de Samuel, vemos cómo David expresa su dolor y su deseo de que hubiera muerto en lugar de su hijo Absalón. Es una expresión comprensible de un padre que ama profundamente a su hijo, a pesar de todos sus errores y pecados.
Así como David sufrió por la muerte de su hijo Absalón, Dios también sufre por nosotros cuando tomamos malas decisiones y nos alejamos de él. Él nos ama incondicionalmente y quiere lo mejor para nuestras vidas.
Podemos encontrar consuelo en saber que Dios está siempre presente, dispuesto a perdonarnos y ayudarnos a volver a sus caminos. No importa cuál sea nuestra situación o qué errores hayamos cometido, Dios está dispuesto a recibirnos y restaurarnos.
Al finalizar este capítulo, nos invita a reflexionar sobre la importancia de seguir orando por nuestros hijos y confiar en que Dios está obrando en sus vidas. Aunque el camino pueda parecer difícil y doloroso, tenemos la seguridad de que Dios tiene un plan para ellos y está obrando en su tiempo y de acuerdo a su voluntad.
Te invitamos a seguir con nosotros en este recorrido por las sagradas escrituras en el próximo capítulo de nuestro artículo. Dios te bendiga y te guarde.
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