Cantar de los Cantares 2 – Lectura y Reflexión: Anhelo de amor íntimo con Cristo

Hoy desperté llena de esperanza, con un fuego ardiendo en mi corazón. Cada mañana permitimos al Espíritu Santo obrar en nuestra mente, transformando nuestros corazones a través de Su Palabra. Hoy abrimos nuestras Biblias en el libro de Cantares, capítulo 2. El libro de Cantares es una demostración del anhelo de amor y experiencia íntima en la vida matrimonial, que prefigura la relación que la iglesia debe tener con su Señor, con Cristo Jesús.

El capítulo 2 comienza con estas palabras: «Yo soy la rosa de Sarón, el lirio de los valles. Como el lirio entre los espinos, así es mi amiga entre las doncellas». Esta hermosa descripción de la novia también refleja la belleza del cristianismo, que constantemente se encuentra en deterioro. El versículo 3 nos dice: «Como manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los jóvenes. Bajo la sombra me deleito sentada; su fruto es dulce a mi paladar. Me llevó a la sala del banquete, y su bandera sobre mí fue amor».

La iglesia depende de Cristo, el pueblo anhela que su Señor esté a su lado y le sustente cada día. La iglesia exalta la grandeza de su Señor diciendo: «Me deleito al sentarme a tu lado». Las hijas de Jerusalén son testigos de esta relación íntima y son testigos del amor que existe entre la iglesia y su Señor. Se nos advierte que no despertemos a este amor, que permitamos que duerma mientras quiera oír la voz de mi amado.

Y entonces, el amado viene, saltando por los montes, brincando por los collados. El amado es semejante al venado y al cervatillo. El amado está detrás de nuestra cerca, mirando por las ventanas y atisbando por las celosías. El amado nos dice: «Levántate, amiga mía, levántate, hermosa mía, y ven».

Hoy, el Señor nos hace un llamado a levantarnos de nuestras condiciones en las que nos encontramos. A aquellos que esperamos constantemente la venida del Señor, es posible que algún día tengamos que descansar. Pero la muerte no es un impedimento para continuar esperando la promesa, porque aquellos que descansan en el Señor se levantarán. El Señor vendrá y estos versículos del capítulo 2 de Cantares muestran el anhelo y el deseo de ver venir al Novio, de ver a Cristo Jesús regresar a buscar a Su pueblo.

El versículo 11 nos habla del paso del invierno, el cese de la lluvia y el brote de las flores. El tiempo de la canción ha llegado, y se oye el arrullo de la tórtola. Las higueras han echado sus hijitos y las viñas están en flor. El amado nos dice: «Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven». Dios hace un llamado constante a Su pueblo para que nos levantemos y lo sigamos, porque el tiempo es ahora.

Cuando cese la obra intercesora de Jesús en el santuario celestial, Él saldrá de Sus aposentos y vendrá a la tierra a buscar a Sus hijos. Entonces entonaremos el cántico de los 144,000, el cántico de Moisés que solamente conocen aquellos que han vivido para su Señor. Hoy es el día de experimentar esa intimidad con nuestro Señor.

A partir del versículo 14, nos encontramos con las palabras definitivas de este capítulo: «Paloma mía, que anidas en la peña, en los escondrijos de la escarpadura, muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; porque tu voz es dulce y hermosa es tu figura. Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas que echan a perder las viñas, porque nuestras viñas están en flor. Mi amado es mío y yo soy suya; él apacienta entre los lirios. Hasta que amanezca el día y huyan las sombras, vuélvete, amado mío, sé como el venado o como el cervatillo sobre los montes escarpados».

La bendita esperanza del pueblo de Dios es ver de nuevo a su Señor, es el anhelo más grande. Pero las pequeñas zorras, los pequeños conflictos de la vida, las circunstancias cambiantes, pueden separarnos de esa intimidad con el Señor. Acerquémonos a Él en oración, disfrutemos de Su compañía, para que cuando Él regrese en las nubes de los cielos, podamos decir: «Me deleito en sentarme a Tu sombra, susténtame, porque languidezco de amor. Tu amor es la bandera sobre mí».

Es hora de despertarnos, es hora de colocar nuestra vida en las manos del Señor. Él nos dice: «Levántate, amada mía, hermosa mía, ven». Caminemos junto al Señor en esta hermosa mañana que nos regala. Somos Su pueblo que anhela Su regreso. Que Dios te bendiga en este día.

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