En el estudio bíblico que estamos haciendo, hemos aprendido que la Biblia nos revela que Dios es justo y misericordioso. La transgresión de la ley de Dios exige la pena de muerte para el pecador, pero la misericordia de Dios nos ha ofrecido un regalo gratuito: la vida eterna en Cristo Jesús.
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Algunas personas argumentan que la ley de Dios ha sido cambiada o abolida, pero esto sería contradictorio a la muerte de Jesús en la cruz. La muerte de Cristo confirma la naturaleza eterna de la ley y establece su importancia en el juicio divino.
El libro de Apocalipsis, capítulo 20, versículo 12, nos muestra cómo seremos juzgados. En ese momento, los libros celestiales serán abiertos y los muertos serán juzgados según sus obras. El juicio será basado en las decisiones que tomamos, nuestras acciones revelarán nuestra fe y lealtad a Dios.
Es importante recordar que la salvación es por gracia, no por obras. En Efesios 2:8-9, el apóstol Pablo nos enseña que hemos sido salvados por gracia, a través de la fe, no por nuestras propias obras. Sin embargo, una vez que hemos aceptado por fe la justicia de Cristo, el Espíritu Santo comienza a obrar en nosotros para transformar nuestras vidas.
Las buenas obras no nos salvan, pero son el resultado de haber aceptado la gracia de Dios. Como dice Pablo en Efesios 2:10, hemos sido creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras. Estas obras son una evidencia de que nuestra fe es auténtica y testifican del poder transformador del Espíritu Santo en nuestras vidas.
El juicio final de Dios revelará nuestra verdadera posición delante de Él. No podemos confiar en nuestras propias obras o méritos para responder a las acusaciones de Satanás. Solo Cristo puede presentar una intercesión eficaz en nuestro favor, basada en sus propios méritos.
En el juicio, seremos expuestos tal como somos. Como dice el libro Testimonios para la iglesia, «Los que están de veras purificando su alma y obedeciendo a la verdad tendrán una muy humilde opinión de sí mismos. Cuanto más de cerca vean el carácter sin mancha de Cristo, mayor será su deseo de ser transformados a su imagen».
El evangelio y el juicio están íntimamente relacionados. A través del juicio, tenemos la oportunidad de ser transformados a la imagen de Cristo y de depender totalmente de Él. Nuestra única esperanza está en la resurrección que Cristo nos dará cuando vuelva en gloria.
En conclusión, el evangelio y el juicio son inseparables. La salvación es por gracia, a través de la fe en Jesús, pero el juicio revela nuestras decisiones y lealtad a Dios. Nuestras obras no nos salvan, pero son una evidencia de nuestra fe auténtica. Confiamos en Cristo como nuestra justicia, santificación y redención, y dependemos del Espíritu Santo para obedecer a Dios. El juicio final de Dios nos ayuda a comprender nuestra condición pecaminosa y nos impulsa a depender totalmente de Cristo.
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