En este artículo vamos a explorar la idea de ser la herencia de Dios, basándonos en la cuarta parte del estudio de la Biblia titulado «La Herencia» presentado por el equipo de Santabiblia.es. En los versículos 11 y 12 de Efesios capítulo 1, se nos habla de cómo hemos sido predestinados según el propósito de la voluntad de Dios, para ser su alabanza y herencia.
Como hijos adoptivos de Dios, somos destinados a heredar lo que Él tiene preparado para nosotros. Y para recibir esta herencia, debemos vivir de acuerdo a los planes y voluntad de nuestro Padre celestial. No hemos hecho nada para merecernos esta herencia, ya que todo lo que recibimos es por gracia.
Ahora, lo interesante de este pasaje es que no solo recibimos una herencia que Cristo ganó por nosotros, sino que somos nosotros mismos la herencia del Señor. Somos valiosos a sus ojos, ya que nuestra vida fue comprada con la sangre de Dios hecho hombre. Somos los trofeos del reino de los cielos, las joyas de Dios que han sido rescatadas y llevadas a la patria celestial.
Somos la demostración ante el universo de que el sacrificio de Cristo no fue en vano. Somos el testimonio de que valió la pena todo lo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han hecho por nosotros desde antes de la fundación del mundo. Nuestro compromiso de vivir de acuerdo a la voluntad del Señor es una muestra de que su plan de salvación es efectivo y que vale la pena seguirlo.
El versículo 12 nos dice que somos los primeros en Cristo, los primeros cristianos, pero también somos llamados a ser la alabanza de su gloria en la actualidad. Somos la generación de relevo, la generación del tiempo del fin, y debemos continuar con el legado de ser una luz en este mundo oscuro. Aunque muchos han desertado de la verdad, todavía hay fieles que demuestran que vivir de acuerdo a lo establecido por Dios es lo correcto.
Y es precisamente en este punto que el Espíritu Santo entra en escena. En el versículo 13 se nos dice que fuimos incluidos en Cristo al oír la palabra de verdad, al aceptar y creer en el evangelio de nuestra salvación. El Espíritu Santo es quien nos guía hacia toda la verdad, nos convence del pecado, de la justicia y del juicio. Él es quien obró en nuestra vida, a pesar de haber visto las faltas de otros creyentes, cuando decidimos prestar atención a la voluntad del Señor.
Y una vez que aceptamos por fe la salvación y creemos en el sacrificio de Cristo, somos sellados con el Espíritu Santo, quien es la garantía de nuestra herencia. La presencia del Espíritu Santo en nuestra vida nos asegura que somos hijos de Dios y que hemos sido predestinados, adoptados y rescatados por Él. El Espíritu Santo es como las arras, el pago inicial de la herencia que recibiremos en su totalidad cuando lleguemos a la posesión completa de ella.
En conclusión, este pasaje de Efesios nos muestra las bendiciones y promesas de Dios derramadas sobre nosotros. Como hijos adoptivos de Dios, somos su herencia y alabanza. No hemos hecho nada para merecer esta herencia, pero por la gracia de Dios, tenemos la oportunidad de recibir y vivir de acuerdo a su voluntad. El Espíritu Santo es quien nos guía, nos transforma y nos sella como hijos de Dios, garantizando nuestra herencia en el reino de los cielos. Sigamos viviendo de acuerdo a la voluntad de nuestro Padre celestial y seamos la demostración ante el mundo de que valió la pena el sacrificio de Cristo.
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